martes, 1 de abril de 2008

Amenazas a la salud y el desarrollo


Las consecuencias negativas del abuso se extienden más allá de la salud sexual y reproductiva de la mujer y llegan a afectar la salud general, el bienestar de sus hijos e incluso la estructura económica y social de las naciones. Al agotar la energía de la mujer, menoscabando su confianza en sí misma y comprometiendo su salud, la violencia sexual priva a la sociedad de la plena participación de la mujer. Como observa un informe sobre la violencia de UNIFEM (Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer), "La mujer no puede ofrecer plenamente su trabajo y sus ideas creadoras si vive oprimida por las cicatrices físicas y psicológicas del abuso".

La violencia como factor de riesgo de enfermedades

El ser víctima de la violencia es un factor de riesgo por una variedad de resultados perjudiciales para la salud. Además de causar lesión física inmediata y angustia mental, la violencia también contribuye a aumentar el riesgo de la mujer de tener mala salud en el futuro. Una amplia gama de estudios muestra que las mujeres que han experimentado abuso físico o sexual, sea en la niñez o en la vida adulta, corren un riesgo mayor de desarrollar problemas de salud subsiguientes.

Se ha vinculado la violencia a numerosos y serios problemas de salud, tanto inmediatos como a largo plazo. Estos incluyen problemas de salud física, como lesiones, síndromes de dolor crónico, y trastornos gastrointestinales, y una variedad de problemas de salud mental, inclusive ansiedad y depresión. La violencia también daña la salud al dar lugar a más tipos de comportamiento negativos, como el hábito de fumar y el abuso del alcohol y las drogas.

Como en muchos de los estudios iniciales sobre el abuso y la salud participaban mujeres que buscaban tratamiento médico, los resultados encontrados podrían haber exagerado la relación entre la violencia y la salud precaria. Pero en estudios recientes de grupos más representativos que incluyen muestras aleatorias de mujeres de la comunidad y de mujeres que visitaban establecimientos de atención primaria de la salud se han confirmado los vínculos existentes entre la condición de víctima y la mala salud.

En uno de estos estudios realizados en una importante organización de mantenimiento de la salud (HMO) del estado de Washington, Estados Unidos, se encontró que las mujeres que habían experimentado algún tipo de abuso en la niñez -- sea físico, sexual, emocional, o negligencia-- tenían una salud mucho más precaria que las demás mujeres de su edad. En el estudio se encontró que las mujeres que habían sido maltratadas en la niñez tenían más problemas de salud sexual y reproductiva, funcionamiento físico más deficiente, mayor comportamiento arriesgado y más síntomas físicos que las mujeres que no habían sufrido abuso. Además, la mujer media que había sido víctima de abuso en la niñez también tenía más diagnósticos en una amplia variedad de problemas de salud, inclusive enfermedades infecciosas, problemas de salud mental y trastornos crónicos como hipertensión, diabetes y asma.

Los estudios entre mujeres de los HMO ofrecen una buena oportunidad de examinar los efectos acumulativos de la violencia en la salud de la mujer puesto que los HMO generalmente suministran atención de salud a todos los socios, inclusive medicamentos, cirugía, visitas del médico y hospitalización. Colectivamente, estos estudios de los HMO sugieren tres conclusiones principales sobre las consecuencias para la salud del abuso físico y sexual de la mujer:

  • La influencia del abuso puede persistir por largo tiempo después de haber terminado.
  • Cuanto más grave es el abuso, más grave es su impacto en la salud física y mental de la mujer.
  • El impacto de diferentes tipos de abuso y numerosos episodios a lo largo del tiempo parece ser acumulativo.

La violencia es para la mujer causa importante de daño, desde lastimaduras y magullamientos de poca importancia hasta discapacidad permanente y la muerte. Los estudios basados en la población sugieren que 40% a 75% de las mujeres físicamente maltratadas por el compañero sufren lesiones en algún momento de su vida. Las consecuencias de esas lesiones pueden ser graves: en Canadá, 43% de las mujeres lesionadas por la pareja necesitaron atención médica, y 50% de las lesionadas tuvieron que pedir licencia en el trabajo.

En su forma más extrema, la violencia causa la muerte de la mujer. Se estima que, mundialmente, 40% a más del 70% de los homicidios de mujeres son cometidos por compañeros íntimos de éstas, a menudo en el contexto de una relación abusiva. En cambio, en sólo un pequeño porcentaje de los hombres asesinados la culpable es la compañera, y en esos casos las mujeres a menudo han estado defendiéndose o desquitándose de los hombres que abusaban de ellas.

Pero el resultado más común del abuso basado en el género no es la lesión física de la mujer. El abuso puede llevar a numerosas dolencias físicas, incluidos el síndrome del intestino irritable, los trastornos gastrointestinales y diversos síndromes de dolor crónico. Los estudios concuerdan en ligar esos trastornos a una historia de abuso físico o sexual . Las mujeres maltratadas presentan un funcionamiento físico reducido, más síntomas físicos y pasan más días en la cama que las mujeres que no han sido víctimas de abuso .


Coalición Nacional contra la Violencia en el Hogar

El póster estadounidense "El la golpeó 150 veces. Sólo le trajo flores una vez", nos muestra que la violencia doméstica es una causa principal de abuso contra la mujer. Más de la mitad de las mujeres maltratadas sufren lesiones, algunas de ellas mortales.

La violencia debilita la salud mental de la mujer

Muchas mujeres consideran que las consecuencias psicológicas del abuso son aún más serias que los efectos físicos. La experiencia del abuso suele destruir el amor propio de la mujer y la pone en mayor riesgo de problemas diversos de salud mental, como depresión, trastorno de estrés post-traumático, suicidio y abuso de alcohol y de drogas.

Depresión. Cada vez más se reconoce que la depresión es un importante problema de salud en todo el mundo. La situación es especialmente aguda entre las mujeres adultas, quienes en la mayoría de los países sufren de depresión en una proporción dos veces mayor que la observada en los hombres. Algunos investigadores han sugerido que, en su mayor parte, la diferencia entre la incidencia de depresión en las mujeres y en los hombres puede que no se deba a la biología, sino más bien a la pobreza, la discriminación basada en el género y a la violencia basada en el género. Las mujeres que sufren el abuso infligido por la pareja sufren más depresión, ansiedad y fobias que las que no lo han sufrido, según estudios de Australia, Nicaragua, Pakistán y los Estados Unidos.

La agresión sexual en la niñez o en la edad adulta también tiene estrecha relación con la depresión y los trastornos de ansiedad. Tienen mayor probabilidad de llevar a trastornos psicológicos el abuso sexual que tiene lugar antes de los siete u ocho años de edad, el abuso por más de un agresor, y el abuso que es frecuente o continúa por largo tiempo.

Trastorno de estrés post-traumático. Muchas mujeres maltratadas experimentan trastorno de estrés postraumático (TEPT), un trastorno de ansiedad agudo que puede ocurrir cuando una persona atraviesa o presencia un acontecimiento traumático en el que siente una impotencia abrumadora o amenaza de muerte o lesión. Son síntomas de TEPT revivir mentalmente el acontecimiento traumático mediante reviviscencias; tratar de evitar todo lo que le recuerde a uno el trauma; quedar emocionalmente adormecido; experimentar dificultades para dormir y concentrarse, y alarmarse o sobresaltarse fácilmente.

La violación, el abuso sexual en la niñez y la violencia en el hogar son algunas de las causas más comunes del TEPT en la mujer. La probabilidad de que una mujer desarrolle TEPT después de ser violada oscila entre el 50% y el 95%, de acuerdo con estudios llevados a cabo en Francia, Nueva Zelandia y los Estados Unidos. En los Estados Unidos se encontró en un estudio que los efectos psicológicos de la violación eran comparables con los efectos de las torturas o el rapto.

Suicidio. Para algunas mujeres el peso del abuso es tan grande que se quitan la vida o tratan de hacerlo. Los estudios de numerosos países, incluidos Nicaragua, Suecia y los Estados Unidos, han mostrado que la violencia en el hogar está estrechamente relacionada con la depresión y el suicidio subsiguiente. Las mujeres maltratadas que desarrollan TEPT son aparentemente las que más tienden a tratar de suicidarse.

El intento de suicidio también es más probable entre las mujeres que han experimentado agresión sexual sea en la niñez o en la vida adulta que entre otras mujeres. La conexión sigue siendo fuerte aún después de controlar factores de riesgo individuales como la edad y educación de la mujer y la presencia de síntomas de TEPT y trastornos psiquiátricos.

Uso de alcohol y de drogas. Las víctimas de la violencia del compañero y las mujeres que han sufrido abuso durante la niñez tienen más probabilidad que otras mujeres de abusar del alcohol y las drogas, aún después de controlar otros factores de riesgo como uso anterior, ambiente familiar, o alcoholismo de los progenitores. En una encuesta de mujeres que buscaban atención primaria de salud, las que habían sido maltratadas por la pareja en el curso del año anterior tendían tres veces más que las que no habían recibido malos tratos a beber grandes cantidades de alcohol y cuatro veces más a usar drogas.

¿Tratan las mujeres maltratadas de neutralizar sus reacciones al trauma adormeciendo sus sentidos con alcohol y drogas? ¿O es que las mujeres que usan alcohol y drogas tienen más tendencia a llevar una vida que las pone en mayor riesgo de ser maltratadas por los hombres? En los Estados Unidos se llevó a cabo un estudio longitudinal de 2 años de duración en el que se trató de responder a esta pregunta.

En el estudio citado se encontró que las mujeres que usaban drogas ilícitas, pero no las que usaban alcohol, estaban más expuestas a ser agredidas en los dos años siguientes de seguimiento. Como se preveía, toda la historia reciente o pasada de agresión estaba relacionada con tasas mayores de uso de alcohol y drogas, incluso después de controlar el uso anterior y otros factores. Estos resultados sugieren que el mayor uso de alcohol es más bien una respuesta al hecho de haber sido víctima de abuso, en tanto que el uso de drogas aumenta el riesgo de ser tomada como víctima al mismo tiempo que la condición de víctima aumenta la probabilidad de usar drogas.

El conflicto entre los progenitores comúnmente afecta a los hijos pequeños. Los niños que presencian actos de violencia marital enfrentan un riesgo mayor de problemas emocionales y de comportamiento como ansiedad, depresión, desempeño escolar deficiente, escaso amor propio, desobediencia, pesadillas y problemas de salud física. Esos niños también muestran mayor tendencia a actuar agresivamente durante la niñez y la adolescencia.

Los niños que presencian episodios de violencia entre los padres suelen desarrollar muchos de los mismos problemas de comportamiento y psicológicos que los niños que han sido víctimas de abuso. En Nicaragua los niños de mujeres maltratadas tienen una probabilidad más de dos veces mayor que los otros niños de tener problemas de aprendizaje, emotivos y de comportamiento, y una probabilidad siete veces mayor de sufrir abuso físico, sexual o emocional. Entre las mujeres maltratadas de Nicaragua, 49% dijeron que sus hijos presenciaban a menudo los episodios de violencia, lo mismo que 64% de las mujeres de Irlanda y 50% de las mujeres de Monterrey, México.

En estudios realizados en Estados Unidos se ha encontrado que en 30% a 60% de las familias en las que los maridos maltratan a sus esposas, los niños también son maltratados. La experiencia clínica sugiere que esta modalidad existe también en el mundo en desarrollo. Mientras que las reacciones de los niños a la violencia varían de acuerdo con la edad, el sexo y el apoyo social que reciben, los niños que presencian y experimentan actos de violencia exhiben los problemas de comportamiento más graves.

La violencia también puede afectar la supervivencia del niño. En León, Nicaragua, los investigadores encontraron que los hijos de mujeres cuyos compañeros les infligían abuso físico y sexual tenían una probabilidad seis veces mayor que los otros niños de morir antes de cumplir los cinco años. En el estudio se controlaron otros factores que influyen en la supervivencia de los lactantes y los niños. Un tercio de todas las defunciones infantiles en este entorno eran atribuibles a la violencia del compañero. En un estudio realizado en los estados indios de Tamil Nadu y Uttar Pradesh también se encontró que las mujeres que habían recibido malos tratos tenían mucha más probabilidad que las mujeres no maltratadas de perder un hijo o un embarazo por aborto provocado o espontáneo o parto de un mortinato. En el estudio se controlaron otros factores que influyen en la mortalidad infantil, como educación, edad y paridad de la madre.

Si bien no está claro de qué manera exactamente la violencia en el hogar afecta la supervivencia de los hijos, una explicación es que los hijos de madres que fueron maltratadas tienen una probabilidad mayor de nacer con bajo peso, factor ésta que incrementa el riesgo de morir durante la infancia o la niñez. Otra posible explicación es que las madres con compañeros violentos pueden tener menos amor propio, menos movilidad, poder de negociación más débil y menos acceso a recursos, y por lo tanto son menos capaces de mantener sanos a sus hijos.

El abuso basado en el género dificulta el desarrollo

Además de los costos humanos, la violencia contra la mujer dificulta la participación de ésta en la vida pública y socava el bienestar económico de las sociedades. Si bien las técnicas para estimar los costos económicos y sociales de la violencia son imperfectas, los estudios han comenzado a dar a conocer las distintas maneras en que la violencia basada en el género menoscaba la participación de la mujer, reduce su productividad y eleva los costos en la economía, incluso los costos de la atención médica.

Participación de la mujer. La violencia contra la mujer obstaculiza su participación en los proyectos de desarrollo y reduce su contribución al desarrollo social y económico. En México, un estudio en el que se trataba de aprender por qué las mujeres a menudo dejaban de participar en proyectos de desarrollo reveló que las amenazas de los hombres eran una importante razón. Los hombres percibían la creciente participación de la mujer en la sociedad como una amenaza para el control ejercido por ellos y las golpeaban para que dejaran de participar. En Papúa Nueva Guinea algunos maridos han impedido que las esposas asistan a las reuniones dejándolas encerradas en la casa, arrancándolas del vehículo que las llevaba a las reuniones, o persiguiéndolas y arrastrándolas hasta la casa.

Aun si los hombres no impiden la participación de las mujeres, pueden valerse de la fuerza para privarlas de sus beneficios. Las mujeres que participan en los planes de microcrédito en Bangladesh y Perú y las que trabajan en la industria del vestido en las maquiladoras de México declaran que los maridos suelen golpear a sus esposas y quitarles lo que han ganado.

Para evitar la violencia, muchas mujeres no se comportan naturalmente, sino que adoptan el comportamiento que consideran aceptable para el compañero, "convirtiéndose así en sus propias carceleras". En Papúa Nueva Guinea, por ejemplo, en un estudio del Departamento de Educación se encontró que la razón principal que las maestras aducían para no aceptar los ascensos era el temor de que provocaran más violencia de parte del marido.

Esos temores pueden llevar a producir efectos adversos en la salud de las mujeres y sus familias y a reducir, además, las entradas. El temor a la violación, por ejemplo, ha contribuido a la desnutrición de las familias etíopes refugiadas en campamentos en la zona fronteriza con Sudán. Las refugiadas etíopes encuestadas decían que temían ser violadas cuando salían a juntar leña. En efecto, muchas de ellas habían sido violadas durante las incursiones de 2 a 3 horas de duración para buscar combustible. En Gujarat, India, las promotoras de salud rurales que discutían los obstáculos que encontraban en el trabajo citaban especialmente su resistencia a ir solas de una aldea a otra porque temían que las violaran. Pidieron que se les enseñaran técnicas de autodefensa para continuar con su trabajo.

Productividad de la mujer. Los investigadores han sólo empezado a explorar el impacto posible de la violencia en la participación de la mujer en la fuerza de trabajo y en sus ingresos, y los estudios presentan conclusiones discordantes. En estudios realizados en Santiago, Chile, Managua, Nicaragua y Chicago, Estados Unidos, por ejemplo, el impacto de la violencia en el hogar en la probabilidad de la mujer de estar empleada variaba grandemente. Algunas mujeres trabajaban menos a fin de proteger a sus hijos o porque sus compañeros no las dejaban trabajar, mientras otras buscaban empleo para reducir su dependencia económica del agresor.

La violencia en el hogar parece, empero, tener un impacto uniforme en los ingresos de las mujeres y en la capacidad de permanencia en el trabajo de éstas. En el estudio de Chicago se encontró que era más probable que las mujeres con historias de violencia en el hogar experimentaran intervalos de desempleo, cambiaran más a menudo de trabajo y sufrieran más problemas de salud física y mental que podían afectar su desempeño en el trabajo. También tenían ingresos más bajos y era más probable que recibieran asistencia pública. De la misma manera, en Managua las mujeres maltratadas ganaban 46% menos que las que no sufrían malos tratos, aun después de controlar otros factores que influyen en las entradas.

La información obtenida en Estados Unidos sugiere que el abuso en la niñez también puede contribuir a reducir los logros educacionales y el ingreso de la mujer. Batya Hyman encontró en sus estudios que las mujeres que sufrieron abuso sexual en la niñez ganaban 3% a 20% menos anualmente que las mujeres que no lo sufrieron, según el tipo de abuso experimentado y el número de agresores. El abuso incestuoso influía directamente a través de su impacto en el estado de salud. Las mujeres que habían sufrido abuso sexual por extraños sufrían un efecto directo adicional en el ingreso.

Costos para la economía. Para los países los costos de la violencia basada en el género son considerables. Por ejemplo, en un estudio realizado en Canadá en 1995, se estimó que la violencia contra la mujer le costó al país 1.500 millones de dólares canadienses (US$1.100 millones) en productividad de trabajo perdida y llevó a un aumento del uso de servicios de asistencia comunitarios. En otro estudio de Canadá se encontró que el costo de la violencia contra la mujer era mucho más alto, después de incluirse los costos de los servicios sociales, justicia penal, trabajo y empleo y el sistema de atención de salud. En este estudio se estimó que el abuso físico y sexual de las niñas y mujeres le costó a la economía 4.200 millones de dólares canadienses por año, de los cuales el gobierno desembolsa casi 90%.

Naturalmente, las mujeres que han experimentado agresión física o sexual sea en la niñez o en la vida adulta recurren a los servicios de salud más a menudo que las demás mujeres, como lo demuestran estudios de Nicaragua, los Estados Unidos y Zimbabwe . El promedio de intervenciones quirúrgicas, visitas al médico y la farmacia, hospitalizaciones y consultas acerca de la salud mental durante toda la vida de las víctimas de abuso es superior al de las demás mujeres, aun después de tener en cuenta otros factores que influyen en el uso de los servicios de atención de salud.

Esa mayor necesidad de atención agrega considerables costos a los servicios de salud. Por ejemplo, en el estudio de HMO del estado de Washington, Estados Unidos, se estimó que el costo añadido relacionado con el abuso en la niñez para este plan solamente superaba los US$8 millones por año. En otro estudio de HMO de Estados Unidos se encontró que las mujeres víctimas de la violencia del compañero le cuestan al plan de salud 92% más que una muestra al azar de mujeres que recibieron servicios del plan de salud ese mismo año. Los costos extra no se debían a los costos en exceso de la sala de servicios de urgencia.

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